Mientras ibas en
bici hasta un parral rebosante de uvas grandes y moradas, algunas calandrias bajaban
al camino y, antes de que llegases cerca, volaban.
Después, al
llegar a la casa donde pasaste con tu abuelo varios veranos, con el sol en la
cara, te preguntaste cómo enternecer lo que es duro.
Una garza, al
final de un césped que baja hacia la laguna, caminaba sobre plantas flotantes ajena
al fin del día. La luna convertía el agua en azulada.
Entonces, despacio,
por detrás de unos ceibos, fuiste hacia el agua, pero la garza ya no estaba.
Luego, te
quedaste un rato esperándola, y para eso prendiste la luz de tu linterna. De
pronto, se iluminó el movimiento del sauce, y vos solo seguiste el ir y venir de
las hojas sobre el agua.
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