Llegaban a un convento con el papa. Cuando se bajaban de un taxi, en el patio interior, te sorprendía que un grupo más o menos de monjas, se acercaban emocionadas a mirarte. Muchas juntaban las palmas de la mano emocionadas y la más mayor de ellas -que no tendría más de sesenta años-, te pedía permiso para tocarte. El papa todo el tiempo sonreía al lado tuyo complacido y ellas decían: "Gracias, muchas gracias." Y una a una, en fila, se besaban el dedo índice y, arrodillándose, tocaban con ese dedo el pie y luego se persignaban de rodillas y entonces vos, junto con ellas, sentías una gran felicidad....
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