En una playa llena de turistas alemanes, una playa de la isla de Capri que tiene muy poco espacio, le decías al papa, que estaba con vos en una silla guareciéndose del sol y dispuesto a vender helados, que odiabas a las multitudes, que no podías soportar la cantidad de estímulos y ruidos que generaban, y él te decía que le pasaba lo mismo y que por eso se ponía a vislumbrar a San Francisco de Asís cuando le hablaba a los pájaros....
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