Era un hombre capaz de pintar una nube perenne que adornaba nuestro amplio valle. Y después afinaba mis inscripciones en el papel y la piedra. Mis trazos se volvían figuras que iban como hijas mías. Así yo era un padre inmenso, enorme y luminoso. Pero con el tiempo me subía a una gran tortuga extrañamente blanca y me iba a recorrer otros lugares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario