Fue esa tarde que, con las bicis a un costado, mientras caminábamos en la oscuridad, te pregunté por qué ya no leías libros. Ya nadie lee libros, me respondiste, y de inmediato, en mi cabeza, el mar vino a llevarse el castillo de arena que hace años habíamos levantado en la orilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario