No había nadie en el parque.
La ciudad será otra vez bellísima, dijiste.
El viento movía laureles rosados y blancos.
Alguien había plantado uno de cada color
en una fila que tendía a arquearse.
¿Fue solo un sueño?
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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