No hay una acción o un recuerdo,
capaz de convencerme de que esa
predisposición inicial
ya no nos acompaña,
porque más que nada
creo en las contemplaciones fugaces.
Los más sabios, alguna vez,
al final del día, decidieron
dejar que unas niñas desaten
los lazos que nos unen a los muelles
donde los barcos reposan.
Mejor concentrarnos en lo que no podemos precisar.
Todo sucedió, imagino, para que estemos hoy,
hombro con hombro, frente al río, ya no más
perturbados por las aglomeraciones de personas
en busca de una razón que los contenga.
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