jueves, 8 de febrero de 2024

Alabado sea el señor

 

De la misma manera que a tu cuerpo debías alimentarlo,  debías atender a tu angustia cada día. Y sin embargo, entre los momentos desesperados, un pensamiento volvía como un zorzal a tu jardín para cantar un poco más. Ibas a mejorar. Lo sabías. Lo Creías en lo más hondo de tu ser. De manera que a ese pensamiento debías atesorarlo y recurrir a él como a ningún otro. Porque aún te creías capaz de realizar un progreso ostensible… Alabado sea el señor, incluso te dijiste al recordarlo. 

 

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