Al final de la llanura, notaste que, gracias a un manto de nubes, la playa tenía un ambiente soñado. Pero por más cercanía que tuvieses con los paisajes, hasta entonces nunca habías encontrado una respuesta capaz de tranquilizarte y por eso tus días tomaban un camino angustioso y conocido. Una angustia que ya es parte de mi cuerpo, concluiste dramático. De la misma manera que a tu cuerpo debías alimentarlo, a ese sentimiento debías atenderlo cada día… No obstante, entre tantos momentos de ansiedad, un pensamiento volvía como un zorzal que regresaba a tu jardín para cantar un poco más. Si cambiases tus creencias el mundo cambiaría. Bien, a ese pensamiento lo debías atesorar como a ningún otro. Si te creías capaz de realizar un progreso, la esperanza continuaba. Alabado sea el señor, te dijiste sarcástico al pensarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario