sábado, 10 de febrero de 2024

Un camino imposible

 

Ahora estamos en tu auto en una cuadra donde bien pudimos haber estado en nuestra adolescencia. A esta hora de la madrugada diría que, por el ambiente que tiene la noche en la ciudad, la calle está igual. Los mismos plátanos centenarios, las mismas hojas cayendo sobre adoquines mojados y los mismos postes de luz. Sobre la esquina veo el boulevard por donde volvía del colegio. Muchas casas desaparecieron para que se construyan unos edificios sin gracia. Seis o siete pisos que no se diferencian mucho entre sí. Sentado en el auto, busco una canción que escuchábamos de jóvenes, subo el volumen y en mi imaginación apoyás tu cabeza sobre mi hombro. Sin apuro, continúo por las calles arboladas de siempre. Voy despacio porque quiero insistir con mi pensamiento: son las calles de mi infancia. Hay algo eterno en ellas, me digo. Y las calles se repiten una y otra vez como parte de una historia conocida. Estoy siento feliz de haber vuelto, pienso. Tantos años en Europa a la espera de un camino imposible…

 

 

 

 

 

 

 

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