Tuve un sueño horrible. Me desperté sobresaltado y fui a leer los diarios, como si un poco de pasión por la realidad pudiera ayudarme a salir del inframundo. Confiaba, además, en que el amanecer hiciera lo suyo. Pero ese amanecer, en lugar de salvarme, me llevó a recordar días que quedaron como parte de una vida que fue mía, pero que de a poco deja de serlo. Es como si, al soltarla, pudiera por fin cruzar un río verde que por momentos se vuelve perlado y tiene un nombre bonito —sospecho— que todavía no se me revela. Y después de ese cruce, los sueños comenzarán con pájaros en los árboles de tilo, y habrá muchos canales cercanos.
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