Fui a realizar los ejercicios que me ayudan con mi cuerpo. La chica que me ayuda parece muy amorosa, tal vez sea lo más sabio y perfecto en un ser humano que haya conocido hasta ahora. Y al mismo tiempo es un ser humano más. Quiero decir: lo que veo en ella tan espléndido estaba en todos los que he visto hasta hoy. Y sin embargo algo en mi corazón -no sé por qué- quiere diferenciarla del resto. Ponerla más arriba. Supongo que el origen de la competencia es la necesidad de sobrevivir. La misma que tiene mi tortuga cuando anda por el balcón de un lado a otro desde hace veinte años que vino acá. Fue un regalo que le hicieron a mi hija de chica. Ahora mi hija es grande -aunque no tanto- y me acaba de ofrecer un café.
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