miércoles, 26 de febrero de 2025

La pileta con palmeras butiá

 

Ayer, después de una lluvia que ocupó 

la mayor parte del día, cuando por fin 

el cielo mostró algo del sol en el horizonte, 

fui en bici a nadar. La pileta tenía el cartel 

de cerrada, así que casi pego la vuelta, 

pero decidí acercarme más y descubrí 

que la guarda vidas estaba en un salón 

viendo una película en su celular. 

Me abrió y decidió cuidarme a la distancia, 

de pie, sobre una sombrilla madera y techo 

de paja en la entrada. Por desgracia, su celular 

continuaba a cierto volumen. Pero lo demás 

era soñado. La pileta sin nadie, los pájaros 

a los costados, sobre unos álamos carolinos 

inmensos y el agua, tibia, límpida, con líneas 

negras debajo sobre las que me puse a nadar 

en soledad en esa gran pileta donde fui y vine 

hasta que, cansado del crawl, nadé pecho 

con la cabeza afuera para disfrutar de las cosas 

de esta tierra, y después de espalda 

para alegrarme con el cielo 

donde vi pájaros en lo alto 

y para, casi al final, descansar 

en el borde donde a veces 

unas cotorras comen un fruto 

de un naranja tenue que dan las palmeras 

y que en mi infancia me dijeron 

que se llama butiá.  

No hay comentarios:

Lo increíble

  Está claro esta altura de mi vida que las cuestiones más interesantes tienen que ver con lo increíble que es tomar conciencia de la presen...