Natación a última hora. Ya empieza a oscurecer apenas pasadas las siete y media de la tarde. El otoño se acerca. Fue un día de lluvia y después con sol y sobre el final unos venteados cantaban con una dulzura infantil, fresca, perpetua también. Lo miso una hoja. Se movía apenas en la punta de un álamo que tenía enfrente e integra toda una hilera que a cierta distancia acompaña la pileta inmensa donde nadé solo, feliz, aunque por momentos perseguido por preocupaciones de mi trabajo que no se justifican según una perspectiva existencial profunda, pero que en un tren práctico ejercen su fuerza, tal vez justamente para tapar lo que en verdad me angustia: el paso del tiempo, los años que se suceden hacia un fin, el cuerpo que cambia y todas las cuestiones propias de los más elevado que es justamente hacia donde imagino que van los cantos de los venteveos.
miércoles, 19 de marzo de 2025
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