Después de almorzar con mi hijo, estuve un rato con la computadora, atendí algún que otro tema de trabajo desde el teléfono y decidí dormir la siesta. Elegí primero el living para evitar los ruidos molestos de unas personas que trabajan en la refacción de un edificio cercano. Siempre el tema de los ruidos molestos, que me acecha, me persigue, me tiene a su merced, porque —según parece, o mejor dicho, según me digo— soy demasiado sensible a ellos. Los ruidos molestos son la forma más cruda y fulgurante de las molestias en general. Y las molestias en general, por motivos que desconozco, son un tema de suma presencia en mi vida. Estoy enfrascado, desde que recuerdo, en superar las molestias, en poder evitarlas. Su presencia es una constante, y por lo tanto una fuente inagotable de múltiples desafíos que, sin descanso, se presentan en mi vida. Lo peor es que, desde siempre, también ha estado presente el temor a la locura que traen consigo. Debería entender a qué responde ese circuito, y sobre todo cómo desarmarlo, para lograr un modo de estar en la vida diferente. Aunque, para ser sincero, tengo pocas esperanzas de lograr eso, porque creo que esas molestias pertenecen a una estructura demasiado esencial en mí, que responde al mismo tiempo a inmensas bondades que no estoy en condiciones de sacrificar por nada del mundo.
lunes, 26 de mayo de 2025
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