sábado, 24 de junio de 2017

Fines de los setenta

Buscábamos la seguridad del amor
en los gestos de padres y madres 
y de cualquiera que captásemos apto.

Un portero podía ser de ayuda.
No teníamos otros problemas.

Nuestra carencia ocupaba el espacio.
Los pandas comprados en el negocio de la vuelta 
intentaban imprimir un toque bondadoso,
pero enseguida ese toque volvía a desaparecer 
por cuadras llenas de gente y tráfico.

Esas cuadras zumbaban, hasta que de pronto,
en una plaza cercana, oculto y grandioso,
un zorzal trinaba.

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