La muerte de un plan
y las estructuras por venir
en el punto invisible
que es la transpiración cuando
todavía no se desenvuelve del todo
y apretada por la infancia
se relame en su propia cueva.
Así se siente el cuerpo
a veces por la madrugada
pesado y algo sucio
incapaz de ser lo que estaría destinado a ser
en una balsa donde la serenidad
y la libertad está contaminadas
por la idea de que uno es
un náufrago que está listo
para navegar todavía un poco más
y más, y más, en las alternancias
que tienen que tener -uno se repite-
las mareas.
¿Cuánto de uno hay en uno?
En cierto sentido nada,
porque la vigilia es perpetua
y las ganas de sobrellevar
las cosas tal como se han planteado
son bastante fuertes e inexactas.
Como es inexacto el recuerdo
de los hechos que te marcaron
a fuego.
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