Amanece y la bruma es una manta
que se vuelve a desplegar sobre el río.
Así se acerca para tocar una ciudad dormida.
No hay nadie en el parque;
los pájaros, muy de tanto en tanto, cantan.
Escribir poemas, quiero creer,
es un acto que en alguna parte
puede tener algún amor
ligado a la belleza.
Ahora el silencio es casi completo
se palpa una presencia muy deseada
que sube hacia los barrios más preciosos
donde los indígenas todavía duermen.
jueves, 9 de julio de 2015
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