Le cuesta a la voz del poeta emerger
entre las lavandas de un campo
ideado por un ingeniero del agro
de lo más estudioso en los modos exactos
en donde la métrica de las plantas debe ir.
Los joviales encantos de los gatos se pierden
en la medida que nos acercamos al cementerio
y advertimos que ellos se han multiplicado
de manera atroz.
Lo mismo pasa con las mandíbulas de los tiburones.
Si están bien secas al sol, suelen exhalar un olor bastante
pasable; se aguanta. Sino te conquistan
desde el olor a putrefacción y mar.
Las idas en bici por la calle que daba hacia
el mar y las tardes previas al carnaval.
Hay negocios que tienen el encanto de los años
y de los dueños que mantienen el status que se ganó
en base a muchos clientes que se fueron contentos.
Los carteles, por lo general, lo evidencian.
Sigo pensando en esa fuente en donde una vez
una señora mayor se bañaba. Está loca, me dijo
el portero Anselmo.
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