Mi tío mientras pasea a su perro me habla
de la posibilidad de establecer un discurso
que tienda a descreer de su propia capacidad
para alcanzar el volumen que tienen las cosas.
Los
árboles detrás mejoran su monólogo
y
su perro Alfio, un labrador, permanece atento
a otro perro que pasa.
La
mayoría de la gente ni nos mira
y
yo estoy tentado a ver mi reloj.
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