Los caballos se desbocan por calles
con límites difusos gracias a la niebla
que envuelve estos días de invierno
que no rugen, ni hablan, ni muestran nada
que no les sea propio.
Ojalá algún día pueda darle a la vida el sentido que encuentro en la teoría. Uno sabe lo que debe hacer: lo dicen el Evangelio, los estoicos...
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