No hay
mucho que decir al final de cuentas
y uno,
aliviado con esa revelación,
se puede
dar el lujo de ir como los animalitos
que tan
bien andan por las praderas y campos
en busca
de comida y cosas básicas que les permitan
evitar
el dolor y hasta, tal vez, sentir algún placer
en un
invierno benigno un día de sol
en que
las nubes sin prisa se van.
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