Dudaba
si las cosas podían cambiar para mejor
en la
medida que siempre estuve clavado
a ese
tipo de cruz que es el temor a la vida.
Pero lo
intenté e intenté millones de veces
y de
muchos modos, y cuando por fin pude comenzar
a intuir
que debajo del dolor y la angustia también
podía encontrar
serenidad y alegría, de rodillas,
me pedí
a mí mismo ir un poco más allá,
seguir
hasta lo profundo de eso.
Y las
cosas, desde entonces, no cambiaron mucho.
Pero a ese
cambio me aferro.
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