Vimos lo bochonorso y lleno de una pretendida delicadeza.
Quiso venir hacia nosotros
y nos corrimos de esos hierros.
Nos asomamos así a un cactus magnífico,
que se mantuvo en silencio, mirándonos fijo
hasta que dejó a la belleza y a la fealdad
en nosotros anidando.
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