Supongo que en principio las cosas y todos
nosotros
estábamos en silencio y en ese silencio de nieve
podíamos sentir nuestros latidos como quien siente
una
calma cercana a una quietud capaz de garantizar
que ninguna desgracia nos pueda ocurrir
al punto que los vaivenes del tiempo quedasen
sepultados en la mudez que tienen los cementerios
en donde ni siquiera los recuerdos pueden salir.
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