lunes, 15 de octubre de 2018

Lo antiguo y lo nuevo


1
Todavía permanecemos en lo que podríamos diluir gracias al trabajo realizado en el camino que nos llevó a través de heladas cumbres.

Hablo del lapso en que estuvimos como perros dolientes y desesperanzados, en altares entrevistos durante noches donde nada se movía y sin embargo algo respiraba a la sombra del gran eucalipto.

Ese árbol que con el paso de los días, y gracias a su delicada manera, nos adoptó como hijos dilectos y después nos dejó junto al húmedo peñón donde ya no se lamentan a los cuerpos caídos, en el amanecer de pronto liberado, donde se logra una fugaz comprensión y enseguida una inesperada calma.

2
Ahora las golondrinas, muy arriba, por curiosidad, quieren que nos volvamos menos rígidos, más aptos para el fin buscado.


3
Los titanes eran altos, fogosos e imprevisibles, y con los días debieron volverse versátiles y humildes. Querían enraizarse a lo que interpretaban pero no podían dominar.

Soltar nuestro pequeño y conocido arte. Llegar donde las fricciones ceden y los modos buscan su diluida esencia. Para eso hay que trabajar mucho.

Las fascinaciones no alcanzan a estar cerca del río donde se puede besar el muro con la devoción que sosiega hasta permitirnos una complejidad sutil sobre el cuerpo, ya no más exaltado sino al fin querido en su peligro inquietante.

Desde que decidimos entregarnos ya nadie nos acecha ni canta, ni balbucea siquiera; se percibe la claridad increíble y la concentración se vuelve atenta a su propia imperfección. Así logra esa naturalidad que apenas se capta.

Esto pasó en la ciudad milenaria. Y ocurrió, tal como lo cuento, cuando el calor cede, los días se acortan y las rosas son la luz que se unifica a nuestro alcance.


4
Así nos convertimos en el elemento en cuestión. Y desde entonces somos capaces de pintar a los antiguos héroes entregándose a sus dudas mientras las puertas quedan abiertas y una gota de rocío nos baña.

Y todo nos pertenece sin ser específicamente necesario. Y lo mismo los demás seres que en los alrededores del parque nos buscan.

Y ya no precisamos una liberación mítica, ni un golpe de suerte. Hemos ido en el cada vez más florecido jardín donde pronto veremos el entrañable huerto que recibió nuestro padre de su muy querido padre.

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