La pequeña rama -casi negra ya-
que lleva la corriente por la calle
al filo de una cuneta, me permite
llegar al silencio de los hielos
que reciben otras ramas
caídas desde los bosques.
Pasan los taxis, pocas personas caminan.
El año nuevo se acerca. Vamos de la mano
entre a los edificios emblemáticos del centro
deteniéndonos en las fuentes
que permanecen en funciones.
El viento no se calma y la reunión
de dos zorritos blancos
en un cartel
nos enternece.
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