lunes, 30 de diciembre de 2019

Resabios atávicos

En las afueras de un pueblo
en Castilla La Mancha,
al volver a nuestra mesa desde el mirador,
contemplamos unos cuervos que devoran
las sobras de nuestro almuerzo.

El panorama es frío y árido;
la fuerza del negro de los pájaros
sobre la tierra, adelante del cielo,
vuelven la escena -más si consideramos
que en mi tierra no se ven cuervos-
un espectáculo perturbador.

Como el sentido de las cosas está determinado
por inquietudes, cuesta dar con escenas
que nos acerquen a convicciones personales
más que a resabios atávicos.

Unos cuervos
que generan mundos presentidos
son entonces algo ominoso.

La fuerza de los pensamientos tiende a subirse
a mecanismos arbitrarios y falsos.
Supersticiones que quiero dejar de lado.

Luchas de poder se juegan en nosotros
para garantizar certezas útiles.

Precisamos tranquilidad, me digo,
y lucho contra la imagen de los cuervos
que permanece después de idos.

Sé que va a pasar. Sé que cuando frente a los peligros
advertimos que no hay certezas, en soledad,
quedamos en busca de un proceso
creativo que nos ayude.

Y la ayuda viene a cuenta gotas.

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