En las afueras de un pueblo
en Castilla La Mancha,
al volver a nuestra mesa desde el mirador,
contemplamos unos cuervos que devoran
las sobras de nuestro almuerzo.
El panorama es frío y árido;
la fuerza del negro de los pájaros
sobre la tierra, adelante del cielo,
vuelven la escena -más si consideramos
que en mi tierra no se ven cuervos-
un espectáculo perturbador.
Como el sentido de las cosas está determinado
por inquietudes, cuesta dar con escenas
que nos acerquen a convicciones personales
más que a resabios atávicos.
Unos cuervos
que generan mundos presentidos
son entonces algo ominoso.
La fuerza de los pensamientos tiende a subirse
a mecanismos arbitrarios y falsos.
Supersticiones que quiero dejar de lado.
Luchas de poder se juegan en nosotros
para garantizar certezas útiles.
Precisamos tranquilidad, me digo,
y lucho contra la imagen de los cuervos
que permanece después de idos.
Sé que va a pasar. Sé que cuando frente a los peligros
advertimos que no hay certezas, en soledad,
quedamos en busca de un proceso
creativo que nos ayude.
Y la ayuda viene a cuenta gotas.
lunes, 30 de diciembre de 2019
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
En la tierra helada
Pero a los pocos días, andando por el jardín de tu casa, pisé unas hormigas y aparecieron de nuevo las tragedias que podrían tocarme en la...
-
El genio rockero me miró con sorpresa y después, víctima de cierta discordancia, tentado, me respondió: “Okay my lord”. Se volteó y preguntó...
-
La suficiencia para hablar debería ser desterrada de todos nosotros en la medida que el alcance de la palabra se limita a u...
-
El estruendo interno como fuente de toda perseverancia así debería ser, así deberían consumirse los días y los cigarrillos imaginarios que...
No hay comentarios:
Publicar un comentario