Me parece que las orfandades de los cuerpos
se llevan para siempre.
Al final he concluido eso.
Y no lo digo contento sino más bien con pesar.
Pero es lo que puedo decir hoy.
Todas las esperanzas de encontrar
un cielo o algún tipo de iluminación
me parecen irreales
y, en el plano emocional,
nada veo demasiado definitivo.
Ningún pesar ni ningún malestar
lo vislumbro perpetuo.
Y si algo de uno permanece después de muerto,
cosa que dudo mucho, debe de vivir
en un estado dinámico que lo deje
en algún lugar diferente;
no digo cada día, pero al menos cada tanto.
O bien no sería algo vivo
sino una roca que alguien talla
en algún lugar de los cielos
para volver a darle vida y enviarla de nuevo
a padecer y alegrar estas extensas tierras.
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