Cuando en la noche de tormenta, después de un día también de lluvia, la energía se vuelva espesa en tu cuerpo, y sientas que esa energía tiene que salir, y para eso, sin que puedas apaciguar la respiración, una luz entre por tu entrecejo, y desde ahí inaugure un canal dorado, uno que va directo a las estrellas, bien, cuando eso pase, salí afuera y dejá que la lluvia toque tu cabeza.
A partir de ahí todos los santos de todos los mundos van a tomar tu voz y vas a gritar. Y esos sufridos van a ser los más salvajes.
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