Te levantabas en lo de tu abuela,
era verano, las chicharras cantaban,
los regadores echaban agua al ritmo que tan bien
te hace, las hortensias estaban florecidas abajo de pinos
altísimos y gruesos que le daban el pie a los venteveos
a cantar, y te ibas a la escalera a recibir el sol
como siempre, y ya no necesitabas activar
la máquina, ningún pensamiento venía a embestirte
o a acompañar una incomodidad muy primordial tuya.
Solo contemplabas todo, y estabas bien.
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