*
Decidimos subir
hasta la última roca
y ahora estás un poco
temerosa cerca del cielo
y los pájaros en el vacío.
Abajo está el pequeño puerto
y el mar como un mundo aparte.
*
Tu mano extendida pide
algo mientras la luz alcanza
la roca en lo alto.
En una suerte de terraza,
no muy lejos, están los frutales
de un jardín en parte cubierto por pinos
y una maleza desproporcionada.
Por las redes que tiene
desplegadas entre unos postes
es el jardín de un pescador.
*
Un gorrión sigue con su trabajo.
Salta por las rocas y después en el aire.
*
El viento sigue acariciándonos la cara.
Vemos rosas brillantes en el jardín
que contrastan con los cuerpos
de pequeños tiburones colgados
en señal de victoria.
Son sacados a veces del agua y expuestos
al punto que las sirenas dejan de cantar,
y los teros y los pájaros de los campos
se quedan mudos.
*
¿Qué voz se escucha
entonces en los campos?
Solo la voz de los frutos
cayendo de los árboles.
Pero no puede ser. No podría ser.
Aunque eso vimos hace años;
venían los pájaros y apenas
rozaban los duraznos,
los frutos caían.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario