Va hacia lo de su amigo.
Pintan toda la tarde -su amigo
es un brioso pintor errante-,
cenan en un restaurante cercano
y vuelve extenuado a su casa
por calles mal iluminadas
donde ve fábricas,
y otros autos
que pasan apurados.
Después, agarra
la autopista y él mismo
se apura.
Una vez en su casa,
cierra los ojos
y ve los colores de ese día.
amarillos, verdes,
la casa de su amigo,
el celeste en el cielo
y el blanco en las nubes.
Y escucha
los perros de ese barrio.
Y retiene más colores,
negro, fucsia, rosa
en la camisa hawaiana de su amigo
que camina de nuevo
adelante suyo
por una calle llena de bares.
Avanza erguido
y al mismo tiempo desordenado
en busca del restaurante
donde van a comer.
En esa misma calle
caminaron casi treinta años atrás
buscando una fiesta.
En ese entonces, no sabía
qué iba a ser su vida y ahora
lo sabe, pero casi enseguida duda
de que pueda saber algo así,
e intenta dormir.
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