Estabas en un museo,
frente a una escultura
que habías hecho
de joven.
El sueño era en Florencia.
Ya más cerca,
descubrías los defectos
de las manos de esa mujer
y, parado con otras personas
frente a la piedra,
no podías mejorarla.
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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