Al fin llueve,
los demás ruidos
se aplacan.
Lo que viviste
tiene un sentido.
Te podrías olvidar
de las inquietantes
manchas de petróleo
en la arena blanca.
Llueve
y sentís las gotas,
millones, suaves,
en el techo.
Optamos con mi hijo por ir a desayunar afuera, justo en la mesa que ocupa el vértice entre la galería de un costado y mira de frente a la s...
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