En una estación
de servicio abandonada,
con el auto apagado,
después del anochecer,
escuchabas el ruido
de la ruta,
y cuando abrías los ojos,
te acompañaban,
como soldados custodios
de la gran muralla,
unos plumerillos
inmóviles.
Aún te creías capaz de realizar un progreso importante. En tu infancia, un lobo marino se acercaba a tomar los peces que ponías en la ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario