El aire templado,
en la noche quieta, ampliaba el canto de los grillos, los plumerillos casi no
se movían. El camino de tantos días iba hacia un palacio medieval en la
montaña. Te gustaría ir de nuevo por ese camino, adentrarte en el monte de
eucaliptus, ver las pasturas bajo los árboles.
O recorrer el campo
hasta el mar, y echarte en la arena a escuchar a las gaviotas llamándose antes
de la rompiente.
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