Ese amanecer
lluvioso, hace tiempo, estuviste como cierto dios, feliz, con los pies en el
agua. Cerrabas los ojos y del cielo caía agua, y más agua, y los pájaros
entusiasmados, unos y otros, saltaban sobre el pasto.
Al llegar la noche, un viento había corrido las nubes. Viste
entonces las estrellas entre los árboles. La perra se detuvo y miró también para
arriba. O eso te pareció por un instante.
Después, en la
galería de esa antigua casa, le explicaste que naciste con el píloro tapado y
casi no podías comer. Hasta que un médico, de nombre Gianantonio, decidió
operarte y te salvó la vida.
Ella entonces te contó de
sus orígenes inciertos, y vos, casi al final, le contaste que hace años, cuando
mirabas las estrellas, apareció la Virgen, y al día siguiente salvaste a tu
hermanito de morir ahogado.
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