Ella, al salir de la pileta, se acostó en el piso de laja bajo la parra. El sol, a través de las hojas y las uvas, llegaba a tocar su cuerpo. Fue entonces cuando se te ocurrió echarte con ella y mirar para arriba usando una mano de visera para así, por un rato, lograr que el mundo quedase detenido dentro de tu contemplación.
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