Una ciudad y una botella debajo de ella. Nuestras manos buscaban esas raíces. Veíamos entonces, por Vía Veneto, montones de novias arrodilladas a la espera de una liberación que podría venir de parte de un rey simpático y viejo, ya no más buen mozo. pero vanidoso y certero que decía: Libero unas palomas que alguna vez quise celosamente. Las dejo ir. Ya no tocan mis manos.
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