El canal seguía agitado por el viento. La iglesia se iluminó, se habían corrido las nubes, el agua se encendía. Miraste entonces otra vez el mar donde ajenos y mudos nadarían los peces, y en tu recuerdo ella volvió a alejarse sobre los adoquines de la parte antigua. Había parado de llover, era tarde en la noche y la humedad ayudaba a oír sus pasos que se acompasaban a las pequeñas olas.
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