Te levantaste ansioso por las pesadillas y fuiste hasta la galería a buscar un poco de aire. No paraba de llover y meditar te resultó imposible. Entonces, un relámpago cruzó tus ojos cerrados. Enseguida, pediste una señal; algo que demostrase que tus esfuerzos valían la pena; pero ese mensaje no llegó y solo siguió lloviendo.
Así que resignado agradeciste solo eso. Y pronto dejó de llover. Saliste entonces al jardín donde comenzaba a soplar el viento. Y en el medio del verde, te quedaste quieto. Había cambiado el cielo y dos estrellas, más allá de los robles, se veían pegadas.
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