Una rendija en la pared de madera de la casilla nos hizo ver las partículas del polvo elevándose por el aire. Soplaste. —Son planetas, y este… —dijiste, señalando el reducido espacio de la casilla —es el universo. En el puesto más allá de la ruta por la que entonces casi no pasaban autos habíamos echado unas mantas dentro del puesto. Contenta, después dijiste: —Ahora nosotros también vamos a dormir…
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