En mi sueño, un pozo me hacía caer del caballo y dos toros, al verme en el suelo, arremetían al trote. Me iban a pisar, pero no lo hacían. Con lo justo me esquivaban.
Después, levantando un brazo, me saludaban unos peones que pasaban por el río subidos a los camalotes. Los mismos que veía de chico en el barco de madera que parecía un pueblo flotante.
Al despertar, la luz del amanecer asomaba por las copas.
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