miércoles, 22 de marzo de 2023

Una vida 2

 

Nací con el píloro tapado y casi me muero. Eso lo he comentado muchas veces y, por lo tanto, lo he tenido presente infinidad de veces como justificación de conductas, sentimientos, incluso hechos. Llevo todavía la cicatriz de forma visible. 

Esa operación entonces, sostengo, es el punto más importante de mi vida y por ende todo lo que pueda contar de ahora en más debería ser tomado -por mí mismo en especial- como algo secundario. Haber sobrevivido a ese tiempo, recién nacido, después de que un médico se negase días y días a operarme, y luego otro médico, de nombre Gianantonio, se decidiese por proceder a la operación -cuando había perdido peso y mi vida corría peligro- es crucial. Nacer para casi enseguida morir, pero zafar, a lo último, y quedar aterrado.

Nota: ahora que lo escribo aparece en mi cabeza una cruz grande de color violeta que me lo indica. No sé dónde está esa cruz porque mi cabeza no me lo dice. Ni sé si tiene algo a los costados. Pero aparece con claridad. Cubos de acrílico luminosos la arman. Y no sé bien qué significa, y tampoco quiero romperme la cabeza para descifrar algo porque las interpretaciones, con el correr de los años, he notado que son aproximaciones bastante débiles a un carozo con lava en su interior. Energía naranja.

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