Cuando la tormenta terminó, goteaban las sombrillas descoloridas de la terraza. Las estrellas en el cielo bajaban hasta el río. Sentados en la roca más alta, nos reíamos de tu abuelo que, con tono impostado, esa tarde había vuelto a hablar de mujeres con poderes sobrenaturales. Las visitaba, nos aclaró, en noches cerradas. Seguramente, como otras veces hablaba de prostitutas que conoció los años en que tenía un campo cerca de la frontera. “Más al oriente”, dijo, “en un lugar como éste estaban esas mujeres”, y señaló el galpón, “se parecía bastante el lugar…”
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