Y al final del sueño estaban los camalotes. Pequeñas islas de plantas, con flores diminutas, que decían a veces transportaban animales de una selva salvaje y lejana. Pero nunca llegamos a ver ningún animal de un tamaño considerable en ellos.
Los mismos caballos junto a espinillos como oradores al costado del camino. Y a la ida y a la vuelta, la obsesión de no pensar. También el...
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