domingo, 12 de marzo de 2023

Las yararás que también nadaban

 

Después, acomodándote en la reposera, dándome espacio en un costado, en el sueño me decías: “Vení conmigo.” Pero cuando me sacaba la remera para ir a tu lado, te levantabas alarmada. —La casa de Anselmo está en llamas —decías señalando el río. Y era verdad: en los plumerillos cercanos al agua había fuego y también en la casa. Entre el humo, unos carpinchos huían del fuego. —Deben ir —decías angustiada— hacia los brazos del río. 

 

Esos brazos que podían nadarse a caballo con el riesgo de encontrar yararás también en el agua. 

 

 

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