El día fue gris y frío. Pero mientras anochecía en el parque aún estaban unos niños de dos o tres años festejando un cumpleaños. Con mi amigo, sentados en un banco, veíamos a dos madres repartir caramelos y chocolates de una bolsas. Me contaba mi amigo que su cuñado está al borde de la muerte, que su mujer e hijos están algo lejanos y que no cree que su trabajo tenga demasiado sentido. Así llegamos a aproximarnos al sentido último de las cosas: ¿qué deberíamos hacer con el resto de nuestras vidas? Por supuesto nos perdimos en idas y vueltas y, cuando nos levantamos, cada uno regresó a su casa en busca de algo que libere al día de lo filoso que ronda ciertos diálogos...
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