Sobre la parte más profunda del río, sobre su peligro inquietante, llegamos adonde nadie acecha ni canta, ni balbucea siquiera. El lugar en el que se percibe una claridad increíble, dijiste. Y era verdad: nuestra concentración iba hacia un fondo de piedras. Estábamos en las tardes en que el calor cede, los días se acortan y la luz unifica nuestro alcance. Pintábamos a los antiguos héroes entregándose a sus dudas mientras las puertas quedaban abiertas y una gota de rocío nos bañaba.
Ahora incluso hacemos lo mismo, comentaste. Tenemos los mismos vicios y las mismas bajezas de siempre. La diferencia es que todo está más atenuado. Ese sería el “gran cambio”, agregaste. La enorme victoria.
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